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Exponer: un proceso de vaciarse para llenarse de nuevo

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Este camino que he elegido como artista visual no es nada fácil. Ya lo sabía, pero afrontarlo sigue siendo un desafío. El último año ha sido especialmente caótico, lleno de altibajos creativos. Hubo meses de sequía en los que llegué a pensar en tirar la toalla, pero al final logré materializar «A la deriva entre la razón y el corazón», mi última exposición. Hoy, al mirar atrás, todo ese esfuerzo cobra sentido, y puedo decir que me siento mucho más realizado.

El pasado 16 de enero, durante la inauguración, disfruté de algo que no esperaba: cuarenta minutos de completo silencio. Estaba solo en la sala de exposiciones, rodeado por mis obras, reviviendo mentalmente el origen de cada una y los momentos difíciles que atravesé para crearlas. Ese rato me reconectó conmigo mismo, con ese espacio interno donde habito a diario: mi mente.

La inauguración fue un éxito. Mucha gente que quería a mi lado estuvo allí, aunque eché de menos a alguna persona que no pudo venir a última hora. La visita con el concejal de Cultura fue amena y me dio la oportunidad de comprobar que mis obras realmente conectaban con él. Durante la charla que ofrecí a los asistentes, improvisé una visita guiada llena de emoción. En ese momento, me abrí por completo. Hablar sobre mis obras, explicar sus historias y lo que significan para mí, terminó de crear un vínculo especial entre el público y la exposición.

Creía que ya me había vaciado al crear la exposición, pero entendí que vaciarse del todo requiere más. Fue esa visita guiada lo que me permitió soltar todo lo que aún guardaba dentro. Y, paradójicamente, al hacerlo, sentí que me preparaba para volver a llenarme, para dar vida a mi próximo proyecto.

Quiero destacar que llegué a esa inauguración con más confianza gracias a la visita previa de Óscar García, comisario de exposiciones y director de la feria JUST FAIRS. Su ojo crítico y sus observaciones me dieron claves esenciales para crecer como artista. Cuando me dijo: «Me has sorprendido», esas palabras mágicas borraron la ansiedad y el síndrome del impostor que me acompañaban desde hacía días. Gracias a Óscar, sigo creyendo en lo que hago y en este camino, aunque estrecho y complicado, que espero me lleve a ser representado por una galería, a vender mi obra y a disfrutar de la vida como artista visual.

Nada de esto sería posible sin el apoyo incondicional de mi mujer, Lucía, de mis hijos, de mi madre y hermanos, y de toda mi familia política. Ellos son mi refugio y mi fuerza. A pesar de intentar aparentar lo contrario, sé que soy más vulnerable de lo que me gustaría admitir, pero ellos me hacen sentir protegido.

Ahora queda mucho trabajo por delante: promoción, documentación, creación de material audiovisual para redes sociales… Pero nadie dijo que este camino sería fácil. Como me recordó Óscar: hay que disfrutar del camino, porque será largo y tortuoso, pero lleno de recompensas.

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