El pasado 15 de mayo mi primera exposición terminó. Ese viaje inefable llegaba a su fin en la segunda planta del museo de la ciudad en Torrejón de Ardoz. Todavía estoy asimilando todo lo ocurrido, todo lo conseguido y todo lo que ha supuesto esta nueva superación personal. Porque de esto se trata, de ir superando miedos y metas personales, dándole la importancia que tiene para uno mismo. En esta ocasión he podido disfrutar de una sala completa sólo para mi, para poder hacer una exposición en solitario, una exposición muy personal dónde he desnudado mi alma y he dejado salir todo lo que me define cómo persona.
El proceso ha sido largo, desde una primera conversación con Oscar García, comisario de la exposición, hasta el día de la inauguración pasaron algo más de dos años, confinamiento de por medio. El proceso ha estado lleno de aventuras, como el proyecto de crowdfunding que me dio la oportunidad de tener el dinero necesario para poder llevar a cabo la exposición soñada, también el trabajo con Oscar que tuvo la paciencia necesaria para ayudarme a no dispersarme y además darle un discurso a la exposición y por supuesto el montaje de la exposición durante dos días de nervios y con el miedo de que alguna pieza se fuera al suelo.
El día de la exposición fue muy especial, acudieron amigos y familia que realmente querían estar presentes para apoyarme en esta nueva aventura. Tener a mi lado a mi mujer e hijos hizo sentirme orgulloso del camino recorrido. Al tenerlos apoyándome de nuevo, me hizo sentirme fuerte para seguir este camino y seguir creciendo como artista sin pensar hasta dónde llegaré pero con la convicción de ir paso a paso.
«Un viaje inefable» ha supuesto mucho en mi vida, sobre todo en cuanto a la seguridad de haber encontrado otra manera de contar historias, mi historia y sobre todo averiguar quien soy.
No sé dónde llegaré con esta exposición, pero de momento sigo disfrutando del camino.